El ejemplo de los "Centros Loceros Tradicionales" grancanarios.
Ya desde los primeros tiempos de la conquista e incorporación a la corona de Castilla de la isla de Tamarán (rebautizada como Canaria y posteriormente como Gran Canaria), se legisla contra el mantenimiento de las manifestaciones culturales del pueblo vencido; entre dichas prohibiciones encontramos algunas específicas, referidas a la producción locera mzgn, la cual destacaba por el alto nivel de calidad en su ejecución, remarcada por una variada y fina decoración pintada al almagre. Expresamente se prohibieron todos los motivos pintados sobre las piezas, las asas y algunas formas cerámicas, por supuesto, también los ídolos, pintaderas y, en fin, todo lo que conllevara algún elemento de la cultura del pueblo vencido.
El proceso de aculturación (o inculturación) se concretó en los Centros Loceros Tradicionales de Canarias en el mestizaje, adoptando algunas de las nuevas formas cerámicas introducidas desde Europa, adoptando el horno de pan al guisado de la loza, manteniendo la técnica de ejecución y empleo del almagre como "engobe", cubriendo totalmente las piezas pero enmascarando la pervivencia de los dibujos geométricos tamaranitas mediante el bruñido.
Llegamos al siglo veinte y hasta la década de los cincuenta todavía se contabilizaban cuatro Centros Loceros Tradicionales en Gran Canaria; ya en los años 70 sólo quedan dos, La Atalaya y Hoya de Pineda. La administración pública callada como chusos, por no decir otra cosa. ¿Cómo se explica este desinterés? ¿Cómo es posible que se dejen desaparecer no sólo las manifestaciones culturales heredas, sino también los Centros de difusión de las mismas? La respuesta no se concreta en la ignorancia, ni en la falta de recursos, la respuesta viene quizás de la mano de la vergüenza; la vergüenza "a lo canario", como recuerdo de un pasado aún demasiado reciente de alpargatas (quien podía permitirse el "lujo"), de ir a moler un puñito de grano al molino, para poder comer gofio, de deslumbramiento ante todo lo de afuera. Todo ello dio lugar al cambio de la vajilla de humilde barro, hecha a mano y a veces heredada de generación en generación, por la quincallería de hierro colado primero, luego de plástico; también vergüenza a vivir en cuevas, como sifuera algo denigrante, vejatorio, sinónimo de ausencia de cultura, frente a la vida en las horribles moles de cemento que comenzaron a construierse en la zona de costa en los años sesenta (...).
Coclusión.
Aunque nos hemos referido casi exclusivamente a los Centros Loceros Tradicionales de Gran Canaria, lamentablemente el resto de los oficios artesanos tradicionales del Archipiélago no disfrutan de una situación mejor; algunos, como las salinas o las hoyas carboneras, están agonizando ante las nuevas ordenaciones del territorio, o el cambio de uso de nuestros montes.
Por ello es prioritario abordar la redacción de un Plan Integral de Recuperación de estos segmentos de nuestro Patrimonio Cultural, por vía de urgencia. Ello lleva aparejado un aumento considerable de las dotaciones presupuestarias por parte de las administraciones, no como "ayudas", sino como como inversiones a medio-largo plazo, en el marco del mencionado Plan Integral, rentabilizadas socialmente por la propia recuperación del Bien Cultural específico , como desde el pundo de vista didáctico, dentro de la LOGSE (actualmente en vigor la LOE), ya que el tratamiento del Patrimonio Cultural tiene especial relevancia, como instrumento práctico para el conocimiento de las Ciencias Sociales. A un nivel de difusión cultural más amplio, son elementos clave en la oferta no alojativa dentro de estrategias de turismo rural, aportando un conocimiento más integral de las regiones donde estos centros se ubican.
Cuenca Sanabria A., Rivero Vega G. "Propuesta de declaración como Bien de Interés Cultural de los ccentro tradicionales de producción artesanal". El Pajar. Cuaderno de Etnografía Canaria. II Época - Nº 8. enero 2001
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